martes, 12 de marzo de 2024
El continuóse del empezóse de ustedes
viernes, 8 de marzo de 2024
Mártires del 8 de marzo
jueves, 18 de enero de 2024
Porque Illia sigue vigente...A 41 años de su muerte, 18/01/2024.
miércoles, 20 de diciembre de 2023
Topadora pseudo liberal
lunes, 10 de julio de 2023
EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
lunes, 29 de mayo de 2023
Revolución en paz
A veces creo encontrar la mirada política puesta en un horizonte desértico y amenazante. A ninguno de los protagonistas de los diferentes espacios los veo ocupados en la resolución de los grandes problemas de la Argentina.
Es necesario dejar de lado los slogans y los intereses descontrolados de los grupos de poder económico. El poder económico es necesario pero es una fuerza que debe entender que la creación de riqueza es una construcción social. La clásica definición de colaboración equilibrada entre la fuerza del capital y la fuerza del trabajo es esencial de ser recuperada y puesta como mantel de la mesa adonde se sienten los actores de poder a conversar.Y el poder político, también en una definición clásica, es el árbitro pero un árbito que tiene por delante toda la sociedad, los que producen y los que no, los honestos y los deshonestos, todos son parte de la sociedad y todos, además de derechos tienen deberes. En una sociedad equilibrada todos deben estar incluidos.
La sociedad no es asimilable a una empresa sino a una familia. En la familia no mandamos a los chicos a pedir en la calle sino a la escuela a prepararse para el futuro, no ponemos a los viejos en la calle a que mueran de frío como los esquimales. En la familia incluimos a todos (o al menos debiéramos hacerlo). Esto es lo que debe hacer la sociedad.
Por eso creemos que, esencialmente, un gobierno debe procurar, sin dilaciones ni especulación:
* Hacer que toda la actividad económica sea legal y aporte a la riqueza general (labor real y efectiva del control aduanero e impositivo). La ilegalidad en la actividad económica/laboral es mentira que no aporta, aporta a la caja negra de la corrupción y el poder mafioso a través del soborno (vulgo: "coima"). Asistimos a la paradoja de que haya "estadísticas" de trabajo en negro, como si fuera una categoría más y no un delito.
* Adecuar el sistema impositivo a la realidad, disminuyendo la carga pero universalizando su aplicación. Todos pagan, en consecuencia todos pagan menos.
* La vigencia de los puntos anteriores implica que toda relación laboral debe ser legal, generando, en consecuencia, una mayor fuente de recursos para el sistema de salud, para el sistema previsional y de protección social.
* Acción implacable de lucha contra la corrupción tanto pública como privada. No solamente igualdad ante la ley, el funcionario público debe responder con mayor transparencia por el crecimiento de su patrimonio y el de su entorno. La ética ha de ser la prioridad en toda la actividad pública y privada por sobre todas las cosas. No un moralismo mojigato sino una valoración esencial de la conducta republicana de los representantes políticos y sociales.
* Reforma de las normas de representación gremial, tanto patronal como de los trabajadores, garantizando la alternancia y la representación de las minorías en estas organizaciones. De esta manera se procurará una representación genunina de los intereses de los trabajadores o pequeñas empresas por sobre las castas de grupos cuasi mafiosos.
Y finalmente, ¿quiénes están en condiciones de encarar una tarea así? Son postulados tan simples que parecieran imposibles de aplicar. Ante todo debe haber un convencimiento social de estas prioridades. Luego, un gran acuerdo de los actores políticos de este marco de acción. Un gran acuerdo ético, una "Multisectorial de la ética" (como hubo una multipartidaria política sobre el final de la dictadura).
El radicalismo, uno de los partidos que tiene representación territorial más extendida y arraigada, es uno de los actores principales, tal vez el principal. La tradición de presidentes y funcionarios éticamente incuestionables que ha tenido el radicalismo a lo largo de su vigencia en la historia política lo ponen en una posición de tener que asumir esta responsabilidad.
La Unión Cívica Radical deberá asumir este desafío, liderar un espacio de transformación esencial y profunda de los valores vigentes en la sociedad. Deje de ser furgón de cola de una variante conservadora del sistema actual y se ponga al frente, como la locomotora del viejo tren que debe volver a recorrer el camino de "revolucón en paz" (al decir de Arturo Illia).
¡Adelante radicales!
martes, 19 de julio de 2022
“PLANEROS”
Tal vez vaya a decir cosas que no le van a gustar a nadie. Y bueno, tengo espalda para que se me enojen los amigos de todos los costados.
En estos días las empresas de transporte colectivo de “área metropolitana” han decidido reducir sus servicios debido a retrasos en recibir los subsidios de parte del gobierno nacional. Es decir que, las empresas (no los usuarios, ni los empleados de las empresas), necesitan ayuda del estado para poder brindar sus servicios. Servicios que, día a día, son peores.
Esta noticia, que puede ser transitoria, me ha hecho pensar que, de una manera u otra todos los argentinos (o la gran mayoría) somos “planeros”, calificativo despectivo utilizado para designar a las personas beneficiarias de algún tipo de apoyo económico de parte del estado en los últimos veinte años. Siempre recuerdo a los amigos influenciados por la prédica de algunos comunicadores (¿o incomunicadores?), que el primer plan social de que se tenga memoria o registro, fue instituido por el Dios de Israel para ayudar a su pueblo peregrino por el desierto a subsistir hasta llegar a la “tierra prometida”. Una sociedad no es una empresa en que, el que no produce, queda afuera. En una sociedad deben estar todos “adentro”, entonces, si no hay capacidad para que cada cual viva de su trabajo, habrá que asistirlo hasta que esté en condiciones de valerse por sí mismo. Esto ya lo hacían los atenienses (que no eran peronistas) con las comidas comunitarias o Margareth Thatcher (que no era radical ni socialista) con los seguros de desempleo.
El tema es que estamos en una sociedad “subsidiada” por todos lados, sobre todo en el “área metropolitana”. Se subsidian a los empresarios del transporte, a los desocupados o subocupados, a los consumidores de gas natural o luz eléctrica. Se subsidia a las empresas haciendo la vista gorda para que tengan personal sin registrar o facturando como monotributistas. El propio estado, en todos sus niveles tiene empleadas que “facturan” en vez de recibir un salario, es decir están en una relación de dependencia disfrazada, evadiendo aportes y beneficios.
Con todas estas irregularidades, con tal vez más de la mitad de la economía funcionando de manera clandestina (y “aportando” a las cajas mafiosas de la corrupción para poder hacerlo), con una inacción terrible de organismos como la Aduana que no controla las entradas y salidas de bienes (y ni hablemos del tráfico de sustancias ilegales o de personas que son temas mucho más graves). Con todo este panorama, el estado funciona, mal, pero funciona. Esto quiere decir que si cada cual cumpliera su deber y no hubiera actividad económica clandestina el nivel de recaudación genuina sería enorme. No se resolverían muchos problemas de fondo pero el sistema sanitario no estaría en crisis, el sistema jubilatorio no estaría quebrado, los trabajadores ganarían lo que dicen sus convenios colectivos de trabajo y gozarían el derecho a protección sanitaria y no haría falta que las empresas de transporte estén subvencionadas para sostener un precio de servicios desactualizado. El gas y la luz podrían tener el precio que deben tener. La educación pública podría resurgir y dejar de ser un gran comedor comunitario.
Hay miles de problemas estructurales que resolver, estas reflexiones no pretenden negarlos, solamente poner blanco sobre negro una actitud de necesario sentido común.
No creo estar planteando una revolución, ningún cambio de estructuras. Simplemente que el juez juzgue, que el legislador legisle y que el gobernante gobierne.
Lamento, como plantea el periodista Enrique Vázquez, no tener casi ninguna esperanza de que estos puntos, muy básicos y sencillos, puedan ser resueltos porque ningún actor de los que presenta “el mercado político” actual ofrece la más mínima garantía de racionalidad y honestidad intelectual (y de la otra casi tampoco).
Así y todo, quienes tenemos la bendición de trabajar cada día, seguiremos haciéndolo y sembrando semillas de esperanza para forzar a un inevitable amanecer.