lunes, 29 de mayo de 2023

Revolución en paz

 A veces creo encontrar la mirada política puesta en un horizonte desértico y amenazante. A ninguno de los protagonistas de los diferentes espacios los veo ocupados en la resolución de los grandes problemas de la Argentina.

Es necesario dejar de lado los slogans y los intereses descontrolados de los grupos de poder económico. El poder económico es necesario pero es una fuerza que debe entender que la creación de riqueza es una construcción social. La clásica definición de colaboración equilibrada entre la fuerza del capital y la fuerza del trabajo es esencial de ser recuperada y puesta como mantel de la mesa adonde se sienten los actores de poder a conversar. 

Y el poder político, también en una definición clásica, es el árbitro pero un árbito que tiene por delante toda la sociedad, los que producen y los que no, los honestos y los deshonestos, todos son parte de la sociedad y todos, además de derechos tienen deberes. En una sociedad equilibrada todos deben estar incluidos. 

La sociedad no es asimilable a una empresa sino a una familia. En la familia no mandamos a los chicos a pedir en la calle sino a la escuela a prepararse para el futuro, no ponemos a los viejos en la calle a que mueran de frío como los esquimales. En la familia incluimos a todos (o al menos debiéramos hacerlo). Esto es lo que debe hacer la sociedad.

Por eso creemos que, esencialmente, un gobierno debe procurar, sin dilaciones ni especulación:

* Hacer que toda la actividad económica sea legal y aporte a la riqueza general (labor real y efectiva del control aduanero e impositivo). La ilegalidad en la actividad económica/laboral es mentira que no aporta, aporta a la caja negra de la corrupción y el poder mafioso a través del soborno (vulgo: "coima"). Asistimos a la paradoja de que haya "estadísticas" de trabajo en negro, como si fuera una categoría más y no un delito. 

* Adecuar el sistema impositivo a la realidad, disminuyendo la carga pero universalizando su aplicación. Todos pagan, en consecuencia todos pagan menos.

* La vigencia de los puntos anteriores implica que toda relación laboral debe ser legal, generando, en consecuencia, una mayor fuente de recursos para el sistema de salud, para el sistema previsional y de protección social.

* Acción implacable de lucha contra la corrupción tanto pública como privada. No solamente igualdad ante la ley, el funcionario público debe responder con mayor transparencia por el crecimiento de su patrimonio y el de su entorno. La ética ha de ser la prioridad en toda la actividad pública y privada por sobre todas las cosas. No un moralismo mojigato sino una valoración esencial de la conducta republicana de los representantes políticos y sociales.

* Reforma de las normas de representación gremial, tanto patronal como de los trabajadores, garantizando la alternancia y la representación de las minorías en estas organizaciones. De esta manera se procurará una representación genunina de los intereses de los trabajadores o pequeñas empresas por sobre las castas de grupos cuasi mafiosos.

Y finalmente, ¿quiénes están en condiciones de encarar una tarea así? Son postulados tan simples que parecieran imposibles de aplicar. Ante todo debe haber un convencimiento social de estas prioridades. Luego, un gran acuerdo de los actores políticos de este marco de acción. Un gran acuerdo ético, una "Multisectorial de la ética" (como hubo una multipartidaria política sobre el final de la dictadura).

El radicalismo, uno de los partidos que tiene representación territorial más extendida y arraigada, es uno de los actores principales, tal vez el principal. La tradición de presidentes y funcionarios éticamente incuestionables que ha tenido el radicalismo a lo largo de su vigencia en la historia política lo ponen en una posición de tener que asumir esta responsabilidad.

La Unión Cívica Radical deberá asumir este desafío, liderar un espacio de transformación esencial y profunda de los valores vigentes en la sociedad. Deje de ser furgón de cola de una variante conservadora del sistema actual y se ponga al frente, como la locomotora del viejo tren que debe volver a recorrer el camino de "revolucón en paz" (al decir de Arturo Illia).


¡Adelante radicales!

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