miércoles, 18 de abril de 2012

YPF, de ayer a hoy. El legado de Yrigoyen

 por Diego Barovero*



El descubrimiento del petróleo argentino en 1907 dió origen a una política nacional sobre los yacimientos; el presidente conservador José Figueroa Alcorta decretó la creación de una Reserva estatal sobre los mismos utilizando para ello la Ley de Tierras. Luego Roque Saenz Peña, a instancias de su Ministro de Marina Saenz Valiente creó en 1912 la Dirección General de Explotación de Petróleo de Comodoro Rivadavia. Al frente de esta repartición el Ing. Luis Huergo denunció en 1913 las maniobras de la Standard Oil tendientes a impedir la explotación estatal, mediante la obtención de concesiones sindicalizadas e inoperantes temporariamente, que abarcaban gran parte del territorio nacional y la casi totalidad de los territorios nacionales, en especial la Patagonia. Las maniobras para extranjerizar la extracción y explotación de nuestro petróleo fueron revertidas por el presidente radical Hipólito Yrigoyen, a quien debe reconocerse además como autor estratégico de una política petrolera con sentido nacional y estatal, circunstancia que se puso de manifiesto en la decisión de fundar  Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1922 casi sobre el final de su mandato.



Es que Yrigoyen fue el primer presidente en comprender en su real significado la trascendencia de la cuestión sobre el manejo petrolero y, especialmente, la importancia de su explotación exclusiva y soberana por parte del Estado Nacional, en cuanto a la captura de las rentas derivadas y su inversión en pos de la elevación del nivel de vida de los desposeídos, el crecimiento industrial con su paralela ruptura del modelo de la dependencia no competitiva vigente hasta entonces y la ocupación efectiva del territorio nacional en base a la explotación integral de los hidrocarburos.



Sostenía Yrigoyen que “A fin de evitar que se repita lo ocurrido con el suelo fiscal y conservar los beneficios del petróleo para el pueblo de la República, es menester organizar un régimen legal que consulte las exigencias del interés de la Nación, poniendo en manos del Estado el dominio efectivo de los yacimientos petrolíferos y confiriéndole el monopolio de su explotación y comercialización”.



Interesa señalar que los lineamientos de política energética enunciados por Yrigoyen siguen vigentes en la mayoría de los países del mundo; ya que como se sabe, el petróleo es un bien estratégico vinculado a los intereses vitales de las naciones.



La acción de Yrigoyen, de su continuador en la presidencia Marcelo T. de Alvear y del coronel ingeniero Enrique Mosconi el primer director de YPF permitieron que el 1º de agosto de 1929 se concretara la toma del mercado de los combustibles líquidos. Fue la culminación de un sueño soberano. Mosconi afirmaba: “El 1º de agosto de 1929 es una fecha memorable en la organización económica de la Argentina y por ende de la América del Sud”…”Un siglo antes se inició en el Plata el proceso de la independencia política de América Latina, en aquella campaña heroica que hizo sus primeras armas en San Lorenzo, tomó cuerpo en Chacabuco y Maipú y, luego de pasar por Lima, termina en Junín y Ayacucho, cerrando allí el período de dominación de España en el Nuevo Mundo. Pues bien, a semejanza de aquel gran movimiento continental que dio independencia política a nuestro continente, se encuentra en marcha el movimiento queterminará conquistando la independencia económica para nuestra América”…”El primer capítulo tiene realización feliz en Buenos Aires el 1º de agosto de 1929, fecha en que nuestro país rompe los trusts petrolíferos que hasta entonces impusieron sus exigencias y da a la América Latina el ejemplo y el impulso inicial del movimiento que se ha transmitido a algunos países hermanos, México, Colombia y Uruguay, entre ellos y que se propagará irremisiblemente a los demás pueblos de nuestra raza, hasta el establecimiento de la independencia integral de Sud América. Esta visión no encuentra fantasía ni ultra optimismo como parecía en el año 1922, cuando anunciamos que en nuestro país abatiríamos los trusts, proyecto que se imaginó fantástico pero que fue realidad magnífica siete años después”….”desde el 1º de agosto de 1929, fecha en que los trusts inglés y norteamericano quedan definitivamente rotos en nuestro país, los habitante de la República no sufren más imposiciones que las emanadas de su propio gobierno que decide libre de ingerencias extrañas en todo lo relativo al combustible líquido y empiezan a volcarse tierra adentro los millones que hasta entonces tomaban el camino del mar”…”La República Argentina se ve libre de todo peligro y acechanza que pudiera perturbarla o detenerla en su marcha a su futuro engrandecimiento y bienestar”. Quedaba pendiente la segunda parte del Plan de Yrigoyen y Mosconi: la nacionalización del petróleo y la expulsión definitiva de los trusts internacionales; no cuesta mucho entender la injerencia de las petroleras privadas extranjeras en el golpe del 6 de septiembre de 1930.



La Ley de Nacionalización que no pudieron conseguir Yrigoyen y Alvear se plasmó en el artículo. 40 de la Constitución Nacional de 1949. El autor del mencionado artículo fue el miembro informante de la mayoría de la Comisión Revisora de la Constitución Arturo Sampay, destacado constitucionalista, a quien junto con el Presidente de la Convención –y también Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Domingo Mercante- se debe su inclusión. “Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación…”. Decía Sampay: “No puedo menos que recordar con emoción a aquel gobernante argentino, Hipólito Yrigoyen, que pocos meses antes de su derrocamiento decía `que el subsuelo mineral de la República no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma`.



Esos lineamientos trascendieron las diferencias partidistas a través de varias décadas en la República Argentina hasta el advenimiento de la gestión peronista de Carlos Menem y desde entonces han continuado casi sin interrupción hasta la decisión presidencial anunciada ayer por Cristina Fernández al intervenir la empresa cuyo paquete accionario mayoritario detenta una empresa privada española y enviar un proyecto de ley al Congreso para recuperar YPF y la renta hidrocarburífera para la nación.



La existencia de una YPF nacional estatal le permitió a la Argentina lograr no solamente un cierto grado de desarrollo económico y equidad social, sino también construir hasta 1989 la casi totalidad de la infraestructura energética –reservas, ductos troncales y auxiliares, represas hidroeléctricas- y vial y la colonización de zonas desérticas como la Patagonia, a la par que permitían el financiamiento de los servicios públicos esenciales, tales como electricidad y transporte. A todo eso renunció nuestro país a partir de la implementación de una política privatista a ultranza desde los años 90, cuyos efectos nocivos al interés nacional pueden empezar a ser revertidos a partir de una decisión política acertada del gobierno que merece el consenso generalizado de las fuerzas políticas populares y democráticas argentinas.



*El autor es abogado, historiador y vicepresidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano Ley 26040
de Diego Barovero, el Martes, 17 de abril de 2012 a la(s) 18:18 · Subido a Facebook por "UCR Modeso", muchas gracias.

martes, 10 de abril de 2012

Semana Santa 1987

 
El mes de abril de 1987 fue especial para toda la sociedad argentina. Luego de los acontecimientos que demostraron una reafirmación de la voluntad de continuar y profundizar la democracia recuperada en 1983 hubo versiones, rumores, "reescrituras"  tendientes a desacreditar esta circunstancias. La "cultura del proceso" seguía (y sigue) trabajando por sostener las prebendas de los privilegiados convirtiendo la vida democrática en una liturgia vacía de contenido para hacerla funcional a sus intereses. Esto sobrepasa la competencia electoral de los partidos y grupos políticos.

Es necesario recordar que aquel levantamiento tuvo origen en la negativa de un oficial del ejército (el mayor Barreiro) a presentarse a declarar en una causa por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, desconociendo la jurisdicción de los jueces civiles sobre los militares. En vez de presentarse al juzgado se refugió en una unidad militar de Córdoba y esta se autoacuarteló negándose a entregar a Barreiro a las autoridades judiciales. En solidaridad con esta actitud la Escuela de Infantería de Campo de Mayo se sublevó liderada por el entonces teniente coronel Rico. Se los llamó
"carapintadas" por usar el camuflaje de combate durante el alzamiento.

De cualquier manera lo que pretendo es contar los recuerdos de militancia de aquellos días en el "pueblo chico", en el ámbito de actuación que teníamos como miembros de la Juventud Radical. Como el foco principal de ese primer alzamiento contra la democracia luego de 1983, estaba localizado en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, nuestra presencia estaba en la primera línea puesto que este acantonamiento militar es parte del territorio de nuestro municipio (tanto de General Sarmiento en aquel tiempo como en la actualidad del municipio de San Miguel).[1]

El gobierno municipal de aquel tiempo era del justicialismo. El Intendente era un viejo militante peronista, Remigio López, exponente de una generación de luchadores que habían entendido que la democracia excedía la competencia partidaria y en esos tiempos fundacionales de la nueva democracia supo estar a la altura de los acontecimientos. El radicalismo tenía una importante representación institucional con diez bancas sobre las veinticuatro del Concejo Deliberante[2]. Asimismo el gobierno provincial y nacional eran radicales. Las relaciones con el peronismo local, vistas a la distancia, eran cordiales dentro de una competencia que, además de los condimentos folclóricos, contenía un profundo compromiso con las instituciones. Esas actitudes irían cambiando luego,  con la irrupción del "menemismo-duhaldismo" (1989 en adelante)... pero eso es una historia posterior.

El temor a un avance de los sublevados sobre las instituciones locales (todavía estaban frescos los acontecimientos del gople de 1976) generó un especial compromiso de los militantes locales. Es por eso que se acordó con el oficialismo local que la militancia, especialmente la juvenil, debía "cuidar" el municipio.

Las juventudes de ambos partidos no se hicieron esperar. Los muchachos de la jotapé "coparon" el departamento ejecutivo y los radicales nos "acantonamos" en el Concejo Deliberante (en ese entonces en el primer piso del viejo palacio municipal de la calle Sarmiento 1551 de San Miguel).

Durante los días que duró la sublevación permaneció la municipalidad de General Sarmiento "custodiada" por las juventudes políticas, especialmente por la de los partidos mayoritarios: la Juventud Radical y la Juventud Peronista. Ambos grupos competían por tener mayor presencia y organización para enfrentar un acontecimiento del que no se sabía cómo continuaría.[3]

Otros muchachos, más fogosos, se sumaron a la multitud que se agolpó frente a los portones de la Escuela de Infantería, dentro de Campo de Mayo. "Cara a cara" con los "carapintadas" los invitaban en todos los tonos a deponer su actitud. Hubo, incluso, una delegación oficial del Concejo Deliberante, en que miembros de ambos bloques instaron a los militares sublevados a aceptar el orden constitucional y respetar el accionar de la justicia.

Había un gran compromiso pero también temor. La dictadura era muy reciente, el juicio  a las juntas militares había ocurrido hacía pocos años y el pensamiento totalitario era aún muy fuerte en la oficialidad. Esto hacía temer que una nueva ruptura del orden constitucional fuera más sangrienta y dura que el horror del que se acababa de emerger.

Puedo recordar algunas personas y algunas circunstancias anecdóticas que reflejan el estado de tensión en que se vivía. Frente a Campo de Mayo un militante radical muy comprometido, vinculado al sector interno conocido como "Junta Coordinadora", tenía una ferretería[4]. Este negocio servía como lugar de reunión habitual de sus amigos y correligionarios. Durante esos días de la sublevación estuvo especialmente concurrido por todos, los de la coordinadora o de quienes no lo éramos. También era habitué un comerciante vecino recién incorporado al radicalismo. Este vecino, cuando la situación no se resolvía y los militares no deponían su rebeldía, preguntó muy seriamente "por las armas de la Coordinadora"... los amigos se miraron entre ellos sorprendidos y le respondieron que "no había armas de la Coordinadora" ante la insistencia del "nuevo correligionario". Con el paso del tiempo se supo que este vecino en realidad era miembro de los servicios de inteligencia que se había "incorporado" a la Coordinadora pensando en la leyenda de "los montoneros de Alfonsín" (una de las tantas tonterías inventadas por la derecha totalitaria en aquel tiempo).

También recuerdo que el entonces Subsecretario de Interior, vecino del distrito (Francisco "Lito" Mugnolo) le pidió a los militantes que fueran a ver qué ocurría en Zárate con la unidad militar al mando del general Alais que debía reprimir el alzamiento y no llegaba nunca. El entonces concejal Luis "Beto" Vásquez y el Secretario General de la J.R., Edgardo "Ruso" Ostrowsky, fueron hasta el lugar. Pudieron informar a su regreso (no había celulares en aquel entonces) que los militares encargados de la represión del alzamiento estaban acampados en Zárate "tomando mate". Es decir, no reprimirían a sus camaradas...

Estos hechos ocurrieron esencialmente entre el jueves santo (16 de abril) y el domingo de pascua (19 de abril) de 1987[5]. Para el sábado el tema estaba estancado, evidentemente el general Alais y sus tropas no llegarían nunca. Se convocó a la ciudadanía a la Plaza de Mayo para el día siguiente. Allí estuvimos los militantes desde la mañana. El Presidente salió al balcón y anunció que concurriría personalmente a instar a los sublevados a deponer su actitud. Un gran silencio invadió no solamente a la multitud sino al estado de ánimo de todos. Se vio partir el helicóptero y recuerdo el estado de tensión y angustia en que quedamos todos. Muchos pretendían "acompañar" al Presidente Alfonsín, pero se pedía especialmente que nadie se moviera de la plaza. Transcurrieron las horas hasta que, de regreso, el Presidente, acompañado por dirigentes de la oposición y de la CGT, anunció el fin del alzamiento y el apresamiento de los confabulados.

Lo demás es historia de otro orden. Si bien tenemos nuestra opinión formada, sabemos de la valentía y firmeza del Dr. Alfonsín (confirmada en estos días por el propio Rico) que no cedió a las pretensiones de los carapintadas. Las leyes posteriores eran consecuencia de lo establecido en la plataforma partidaria sobre el tema. Pero todo esto no es tema de estas líneas que, simplemente, pretende recapitular recuerdos de la "militancia hormiguita" (al decir de una militante de aquel tiempo), la de a pié, la todos los días. Es de destacar que, en aquellos años, la militancia política no era una "profesión" sino una actitud de vida, un compromiso que se ejercía cotidianamente. Al comité se iba luego de salir del trabajo o de volver de la facultad. Cosas del pasado...[6]

Luis Carlos Aguirre

Ver también: No hay sangre en la Argentina - 1987 (por "Javier Roldán"):
https://docs.google.com/open?id=0B1mUZSsZWVpieWllRVZuZG5EMk0

[1] En 1995 el Partido de General Sarmiento fue dividido en tres: San Miguel, José C. Paz y Malvinas Argentinas.

[2] Los concejales radicales de aquel primer Concejo Deliberante de la democracia recuperada: BENEMIO, Francisco Pablo (Coco); VASQUEZ, Luis (Beto) Alberto;SARLI, Elcio Alcides; FRANCO, Leopoldo; MARTINEZ, Edgardo Aníbal; GIACOY, Alberto (Beto); DE BRITO, Angel Mario; NIETO, Rodolfo Guido; TAVELLA, Eduardo Alberto; RODRIGUEZ DE FERIOLI; Haydée.

[3] Entre los jóvenes radicales había un estudiante de medicina de la localidad de Muñiz, Gustavo Isla Casares que había previsto la posibilidad de tener que atender heridos y reunió elementos para esa eventualidad. No se lo tomó muy en serio en esos momentos, pero su preocupación no era tan alocada.  Este muchacho, en los años siguientes, luego de recibirse de médico se inscribió en la Cruz Roja y actuó en la República de El Salvador. Fue muerto por el ejército salvadoreño junto a unas religiosas acusándolos de pertenecer a la guerrilla que en aquel tiempo actuaba en la zona selvática.

[4] Se trata de Héctor David Suárez. Con él se reunían los amigos del “Ateneo Juan N. Taborda” representantes de la “Junta Coordinadora” en la ciudad de Bella Vista. Militaban de manera destacada en él Don Benancio Acosta (así con “B” larga) (que fuera concejal en la década del ’60), sus hijos Humberto y Carlos Juan, Don Mario Villalba y sus hijos, principalmente Carlos. Muchos de ellos aún militan y son un punto de referencia del radicalismo de su pueblo.

[5] Obviamente nos referimos al calendario litúrgico católico de rito latino.

[6] Puedo recordar algunos nombres de militantes juveniles de aquel tiempo que, espero no generen polémica entre los que menciono y los que olvido: Rubén Perissé (miembro del Comité de Juventud, llegaría con el tiempo a ser concejal), Silvia Fernández, Ani Olachea, Alfredo Olachea (hijo), Osvaldo Cañelas, Fernando Voces, Juan Alberto De Franco,  Ernesto Suárez, Claudia Alonso (la militante hormiguita), Claudia Campdepadrós, Marta Santaliestra, Fabián Cabo, Orlando Arrúa, Leandro y Claudio Manassali, Jorge (Pitufo) Naveda,  Nacho Edorna y su esposa Susana, Eduardo Martínez, Silvia Balbi, Juan Manuel Messiga, Horacio Biaggini, Santos Isasi, Adriano Markulin, Gustavo Isla Casares, Marcelo Di Mario, Sergio Rodríguez, Haroldo Villafranca, Alejandro Bargueño, “El Gaucho” Soraidez…, Hernán Rodríguez, "El Sordo" y Sandra, Jorguito Cunto, Hernán Paz, Graciela S. Blanco, Adriana Medina.